miércoles, 13 de febrero de 2008

"LA COLMENA" de Camilo José Cela Trulock

Descubrí a Cela cuando tenía trece años. Comencé con sus "Viajes a la Alcarria", que me llevaron por la geografía española. Lo que me llamaba la atención de Cela era una especie de nostálgica actitud. Aparte de su aparente llaneza sus escritos me transmitían una lúcida melancolia que no se dejaba llevar por la compasión. En aquel tiempo me atraían los románticos, literarios se entiende, y Cela era todo lo contrario. Me enorgullezco de que empezó a gustarme su estilo, mucho antes de que ganara el Premio Nobel. Leí su "Familia de Pascual Duarte" que me dejó un regusto amargo por la crudeza de la historia, aunque me enganchó para siempre a su carro literario. Trás sus obras se nota que hay mucho trabajo detrás. Cela es un artesano de la novela y lo demuestra en "La Colmena", donde la obra con su peculiar estructura adopta visualmente la forma de un panal de abejas. Cada párrafo es una celdilla donde unos personajes son mostrados con claridad rayana. No hay sombras en estos retratos. Ya se sabe que la fealdad no puede ser disimulada bajo la intensa luz del día. Y su prosa es una luz intensa, de mediodia.
A modo de aperitivo escribo aquí unas líneas: "...Flota en el aire como un pesar que se va clavando en los corazones. Los corazones no duelen y pueden sufrir, hora trás hora, hasta toda una vida, sin que nadie sepamos nunca, demasiado a ciencia cierta, qué es lo que pasa..." (Párrafo 11).